Muchos dirán que simplemente que no o que sí; para aquellos
que son un poco nuevos pero para quienes han estudiado arte, decoración,
arquitectura y diseño de interiores la cosa no es tan sencilla. En la teoría del
color se dice que lo que vemos en realidad es el reflejo de la luz sobre los
objetos. Para explicarnos mejor diremos que sin luz no hay color, supongamos que
estamos en una habitación totalmente cerrada y que no podemos encender ninguna
luz, todo se vería negro, porque el negro es la ausencia de la luz, propiamente
dicho no es un color.
Si logramos encender una fuente de luz, como una candela o
una bombilla, lo que ocurre es que la luz viajaría a los objetos impactando su
superficie, parte de esta luz es absorbida y parte es reflejada. Esta parte
reflejada es la que llega a nuestros ojos, si la luz reflejada que nos llega es
amarilla, el objeto se ve amarillo; si es roja lo vemos rojo y se es una mezcla
de rojo y amarillo se anaranjado. En la teoría tradicional del color se habla de
colores fríos y colores cálidos, los colores cálidos son el rojo, amarillo,
naranja y otros, aún cuando ciertos “matices” de estos colores podrían
considerarse como fríos.
Si uno pinta una habitación con colores “cálidos” se
verá más iluminada que si se la pinta con colores oscuros, hasta se pueden
conseguir efectos un poco curiosos: por ejemplo si se pinta de manera que al
principio de la habitación uno vea colores cálidos y al fondo sean fríos da la
ilusión óptica de que la habitación es más grande de lo que en realidad es, por
el contrario si se pinta de manera que al entrar se vean colores fríos y al
fondo colores cálidos el efecto será que la habitación parece más pequeña, claro
que si uno se ubica al fondo de la habitación los efectos se invierten pero hay
que recordar aquel decir de las personas: “la primera impresión es lo que
cuenta”.
También se puede trasladar a la economía de los hogares tal teoría,
pues una habitación pintada de amarillo claro requerirá de menos luz artificial
que una pintada de azul oscuro y las personas no suelen fijarse en esos
detalles. Una cosa llamativa que se ve en algunas películas de ciencia ficción
es ver como las paredes de las habitaciones parecen producir su luz propia y con
ello iluminan todo. Pues bien el efecto se puede conseguir por medio de dos
técnicas. La más sencilla es la difusión: se colocan lámparas en el techo y
esquinas de la habitación que iluminan la pared en lugar de iluminar hacia el
centro de las habitaciones, como sabemos se reflejará mucha luz hacia el centro
de las habitaciones por medio de las paredes, por cierto, es una luz muy natural
y apropiada para lee y escribir, por ello la recomiendo este tipo de iluminación
para aquellos lugares donde las persona piensan estudiar o leer, basta con usar
una lámpara de mesa o escritorio y en lugar de iluminar lo que uno está
escribiendo se ilumina la pared del frente.
El otro truco está en que la pared
misma produzca luz, lo cual se puede hacer con laminas translúcidas o
fosforescentes que son iluminadas a su vez desde el interior. El problema
principal de este sistema radica en los costos de instalación y mantenimiento
que tienen, de hecho solo lugares como restaurantes, discotecas y centros de
entretenimiento los instalaban. Con la tecnología de los diodos luminosos o
“leds” tenemos que hay una forma barata y duradera de construir paredes
“luminosas”. Nuevamente el mercado del entretenimiento lleva la vanguardia en
ello y este tipo de pared la encontramos instalada en esos lugares. Su costo es
un poco elevado aún así, pero la duración, bajo mantenimiento y el bajo consumo
de los leds las hacen ideales para tales usos.