Antes que nada sería bueno definir lo que es un “placebo”, la
palabra se escribe igual que en latín y que proviene de una conjugación del
verbo “placēre” o complacer y que traduciríamos como “complacerá” o “complaceré”
más bien porque es en primera persona. El efecto consiste en la sensación de
mejoría o bienestar de ciertos pacientes al suministrarles sustancias que no tienen
ninguna propiedad o actividad medicinal, lo que vendría a actuar a nivel psicológico.
Me gusta mucho un ejemplo que he visto en la serie “House, M.D.” o “Doctor House” como se le conoce mejor, los que ven la serie saben que
el Dr House es adicto al “vicodin”, una sustancia derivada del opio que se usa
para el dolor crónico. Pues bien House le receta vicodin a un paciente que dice
que tiene dolor y que él sabe que no tiene ningún padecimiento, toma el frasco
con vicodin y cambia las pastillas por “mentas”, el paciente se cura y el se
queda con el vicodin. Claro que es un mal ejemplo moral, el médico robando un
opiáceo, pero el paciente experimenta “una cura” con una sustancia que no tiene
uso medicinal.
Los placebos se usan desde la antigüedad, recuerdo la obra de
Moliere: “El enfermo imaginario” donde encontramos a un hipocondríaco en
situaciones muy cómicas. Pues bien el placebo se usó para complacer a tales
enfermos. El efecto placebo fue utilizado de manera sistemática cuando se realizaron los primeros
“ensayos clínicos de medicinas”. Para autorizar el uso de una droga en seres
humanos deben realizarse muchos pasos para asegurarse que las personas no se
verán afectadas por efectos secundarios que sean muy nocivos, pues toda droga
tiene tales efectos, así que lo que busca es que sean mayores los beneficios que
los efectos nocivos.
El último de los pasos es el de los ensayos clínicos, a un
grupo de personas que es conocido como “grupo de control” se les suministra un
placebo y a otro se les suministra el medicamento nuevo, eso sí, ningún paciente
sabe a quien se le da el medicamento y a quien el placebo, ni siquiera las
personas que lo suministran, tan solo los encargados de realizar la
investigación lo saben.
El caso es que los científicos se dieron cuenta durante las
pruebas de este tipo, que algunos pacientes
que recibían el placebo experimentaban una mejoría notable y que en efecto no se
podía atribuir a la acción del medicamento. Por existir tal fenómeno en
estadística se hace necesario que se tome en cuenta a la hora de realizar el
estudio.
Un ejemplo nos servirá: digamos que a doscientas personas (número que
he escogido para que los cálculos sean simples) se les hace un estudio clínico,
el grupo de control es la mitad (no es necesariamente así pero es lo preferible)
y la otra mitad recibe el medicamento en efecto. Digamos veinte personas que
reciben el placebo mejoran y que sesenta que reciben el medicamento mejoran
también. Estadísticamente podríamos aventurar que el cuarenta por ciento de los
pacientes mejoraron al menos por el uso del medicamento, descartando un veinte
por ciento debido al efecto placebo, en comparación con el grupo de control.
Supongamos que en otro estudio en iguales condiciones doce pacientes mejoran con
el placebo y quince con el medicamento, diríamos que el medicamento en realidad
es inefectivo porque solo un tres por ciento mejoraron. Claro que son ejemplos
extremos pero que justifican el por qué el efecto placebo se debe estudiar.
En
un estudio reciente se pudo identificar la región del cerebro que tiene
directamente injerencia en como el efecto placebo funciona. Es una región
profunda del cerebro que tiene que ver con la expectativa de recibir un premio o
recompensa, también esta región del cerebro está asociada con las adicciones y
los reflejos condicionados. Pues bien esa región del cerebro (por cierto de las
más primitivas que tenemos) segrega dopamina, el principal neurotransmisor
responsable de las sensaciones de placer, cuando la persona tiene la expectativa
de experimentar algún placer.
Otro ejemplo nos va a ayudar. Supongamos que tenemos el
hábito de comer una fruta que nos gusta mucho a una hora determinada,
generalmente se segrega dopamina al comer esa fruta pero digamos que un día en
particular nos retrasamos en comerla, digamos que unos quince minutos, entonces
la dopamina no debería producirse, si embargo la sensación de que pronto se
satisfará el deseo de comerla hace que el cerebro la produzca produciendo la
sensación placentera sin haberla comido. Algo similar ocurre con el efecto
placebo, las personas que tienen una “esperanza” mayor de mejorarse con el
tratamiento obtienen una mejoría con el placebo gracias a la liberación de la
dopamina y otras hormonas relacionadas con el placer llamadas endorfinas.
Este mecanismo ya había sido propuesto hace muchos años pero
sin saber cual era el centro nervioso responsable de ello y es relativamente
grato ver como se confirma la predicción. Pero hay otros detalles que se
confirman y que resultan igualmente impresionantes. Por ejemplo se confirma que
los rasgos de la personalidad del paciente son fundamentales en el cómo el
efecto placebo funciona, por decir un ejemplo las personas que gustan de
sensaciones “novedosas” tienden a experimentar un efecto placebo más acentuado
que aquellos que no les gustan tales sensaciones.
También se ha encontrado que el grado de confianza que tiene
el paciente en el tratamiento es muy importante pero que es todavía más
importante el grado de confianza que tiene en quién lo aplica. Estos
descubrimientos nos abren las puertas a terapias alternativas y a mejorar las
actuales con lo que es posible en un futuro cercano aprovechar el efecto placebo
para ayudar a las personas a superar sus enfermedades y manejar sus síntomas.