La artritis es una inflamación en las articulaciones que
provoca dolor, movimientos limitados, rigidez e hinchazón. Se produce una
degradación del cartílago encargado de proteger la articulación y absorber el
golpe cuando se ejerce presión sobre ésta. Si la cantidad de cartílago
disminuye, los huesos se rozan, lo que provoca dolor.
Ésta es una enfermedad autoinmunitaria, es decir, es el
propio cuerpo el que se la provoca cuando desconoce sus articulaciones y las
ataca. También puede producirse por una fractura ósea, una infección o el
desgaste natural de las articulaciones. La inflamación suele desaparecer una vez
que se trata el origen de ésta. Sin embargo, cuando se mantiene en el tiempo y
los dolores no desaparecen, se está en presencia de artritis crónica y su
variedad más común es la osteoartritis. Aquellas personas que tienen sobrepeso,
o se han lesionado alguna articulación, o las someten de manera reiterada a una
tensión constante como las bailarinas de ballet o los maestros de la
construcción, tienen mayores posibilidades de sufrir este mal.
Para detectar la artritis hay que poner atención en los
siguientes síntomas: dolor e inflamación articular, rigidez (especialmente en
las mañanas), calor y enrojecimiento alrededor de la articulación y disminución
de la capacidad para moverla.
Existen diferentes formas de enfrentar esta enfermedad, sin
embargo, en la mayoría de los casos están orientadas a reducir el dolor y a
evitar el empeoramiento ya que muchas veces las causas que la provocan no son
reversibles, por ejemplo, el desgaste de la articulación.
El tratamiento que produce mayores mejoras es el ejercicio.
Éste debe ser un plan desarrollado para cada paciente ya que depende de las
condiciones de cada uno. También se pueden hacer terapias sobre la base de
aplicación de calor o frío, hidroterapias y estimulación nerviosa transcutánea,
entre otras. Es recomendable dormir entre 8 y 10 horas en la noche e,
idealmente, tomar una siesta durante el día para permitirle a las articulaciones
descansar. Estas terapias también pueden ser acompañadas por los medicamentos
que el doctor considere mejor para cada paciente.
Cuando las alternativas anteriores no han tenido éxito se
puede recurrir a cirugías, ya sean para reparar una articulación dañada o para
cambiarla completamente por una prótesis.
Este mal se desarrolla tanto en hombres como mujeres. Sólo en
Estados Unidos hay 37 millones que lo padecen, lo que equivale a casi 1 de cada
7 personas. Un diagnóstico precoz previene un daño mayor de las articulaciones y
una mejor calidad de vida para los pacientes.