La flora intestinal es un conjunto de microorganismos que
viven en el tracto digestivo, especialmente en los intestinos. Recibe ese nombre
porque la palabra “flora” se aplica a vegetales y a microorganismos
indistintamente que viven en un medio ambiente especializado, según las
definiciones más resumidas o técnicas que podemos encontrar. En el caso del ser humano,
en su interior viven alrededor de
unas cuatrocientas especies de microorganismos y el 98% de ellos viven en el
intestino. Técnicamente hablando todo el tracto digestivo está en contacto con
el medio ambiente externo por medio de los alimentos y nutrientes que ingerimos,
y junto con la piel es la barrera más importante que tenemos en contra de los
organismos
patógenos.
Sin embargo si hacemos una comparación la piel tiene unos
dos metros cuadrados mientras que si extendemos solo los intestinos sobrepasan
los cuatrocientos metros cuadrados. Pues parafraseando a Celia Cruz “aquí hay
cama pa' tanta gente”, lo grande en longitud de los intestinos permite que
muchos microorganismos vivan allí. La flora intestinal se va formando por etapas
ya que el intestino de los fetos no cuentan con ella, sin embargo la primera
flora que se establece allí procede del líquido amniótico y de las bacterias que
viven en la vagina de la madre. Luego, durante la lactancia, a través de las
“primeras leches” o “calostros” como lo llaman en muchos de nuestros países, la
siguiente flora se forma, sin embargo durante este período no se produce la
vitamina K, que se produce exclusivamente allí y de allí la importancia de darle
un suplemento por esta época.
Luego de que se desteta al niño la flora va
cambiando paulatinamente hasta que adquiere las características del adulto.
Aparte de producir la vitamina K, la flor intestinal participa en la absorción
de carbohidratos, muchos de los ácidos grasos son producidos allí y permiten la
recuperación y absorción del calcio, hierro y el magnesio. También le permite al
sistema inmune distinguir entre las bacterias que se deben destruir o no.
De
allí lo problemático cuando un se produce una infección por estas bacterias al
invadir otros tejidos, lo que llaman una peritonitis, muy común en las heridas
de guerra o combate en el vientre y la causa de muerte principal en las guerras
previas al siglo XX. El sistema inmune está muy “acostumbrado” a la presencia de
esas bacterias y tiende a ignorarlas por ello también el tratamiento es
relativamente difícil, requiriendo una desinfección "manual" de los órganos y toda una batería
de antibióticos. Las bacterias que logran “colarse” por el torrente sanguíneo
son llevadas al hígado por una vena que recoge directamente la sangre de los
intestinos hasta ese órgano.
Aparte de las deficiencias de vitaminas y la falta
de absorción de carbohidratos y grasas, una flora intestinal mal formada es
responsable de muchas enfermedades todas relacionadas con diversos tipos de
“colitis” y el síndrome de colon irritable. Para casos muy extremos existe un
tratamiento novedoso que consiste en reimplantar la flora intestinal utilizando
medicamentos que favorecen su crecimiento y los famosos “probióticos” aunque
muchos especialistas cuestionan la valides de tales tratamientos; faltan aún más
estudios y tiempo de seguimiento para la validación completa de estas nuevas
técnicas, aunque al momento parecen muy promisorias.