La glándula tiroides es un órgano que pesa entre 20 y 25
gramos y que se ubica en el cuello entre la “manzana de Adán” y el esternón.
Tiene forma de mariposa, con dos lóbulos unidos por un istmo en el centro.
Es la encargada de la producción de las hormonas T3 y T4 que
son repartidas por todo el cuerpo. Éstas son las que le dicen a los órganos a
qué velocidad deben darse los procesos metabólicos y contribuyen en la
conversión del alimento en energía.
La tiroides, a su vez, se encuentra controlada por otra
glándula, llamada hipófisis o pituitaria a través de la hormona TSH. Así la
hipófisis controla la velocidad de trabajo de la tiroides: aumentando o
disminuyendo la emisión de TSH.
Existen, principalmente, dos enfermedades asociadas a esta
glándula. El hipertiroidismo y el hipotiroidismo. El primero se origina cuando
existe una sobreproducción de las hormonas tiroideas y el segundo, en la
situación inversa. También por supuesto está el cáncer a la tiroides, que
consiste en la aparición de quistes en la zona y en los ganglios circundantes;
la buena noticia es que es un cáncer con muy buen pronóstico, ya que por lo
general los quistes se encuentran "encapsulados" en la zona y son fáciles de
remover por completo en conjunto con la glándula tiroides; más adelante
trataremos en detalle esto con un artículo dedicado.
En el caso del hipertiroidismo, la piel se pone caliente y
húmeda, el corazón y el pulso se aceleran, se sufren estados nerviosos y de
hiperactividad, se pierde peso drásticamente, y en ocasiones, los ojos se
vuelven saltones y se resecan. Esto se puede generar por consecuencia de una
situación de estrés física o emocional.
Por su parte, el hipotiroidismo provoca cansancio, aumento de
peso, intolerancia al frío, dificultad de concentración, torpeza en el trabajo
intelectual y edema o inflamación en la cara y los párpados. Éste también puede
ser consecuencia del estrés, o por una respuesta autoinmune del organismo, bajo
aporte de yodo o por un tratamiento de hipertiroidismo mal llevado.
Es muy importante que las personas mayores de 40 años,
especialmente las mujeres, se realicen exámenes a la tiroides. La evaluación
debe hacerse con una periodicidad cercana a los 5 años ya que es muy común que
una persona que haya sufrido de algún problema a la tiroides, como por ejemplo
quistes, vuelva a vivirlo.