Un sauna consiste en una pequeña habitación construida
completamente en madera, donde se encuentra instalada una estufa especial para
estos fines responsable de calentar unas piedras, las que a su vez,
progresivamente, van aumentando la temperatura de dicho cuarto o habitación.
Cuando las piedras van aumentando su temperatura, se les hecha agua por encima,
a fin de emanar vapor y aumentar los niveles de humedad en el ambiente,
incrementando el calor y estimulando la transpiración. La descripción
corresponde a la del sauna húmedo o "baño turco", mientras que también existe el
sauna seco, popular en algunos países nórdicos, en donde se mantienen los
elementos anteriores pero sin el vapor.
La historia del sauna comienza en Finlandia, y de hecho la
palabra original es de origen Finés. Las primeras instalaciones eran
excavaciones sencillas en una pendiente, donde se encendía un fuego que se usaba
para calentar piedras; sobre estas se rociaba agua para dar una mayor sensación
de calor, para que los presentes pudieran sacarse las ropas sin pasar frió.
La temperatura en un sauna se mantiene entre los 60 y 80
grados centígrados, lo que como veremos fomenta la transpiración y la relajación
muscular. El objetivo que se persigue al ingresar a uno de estos cuartos
calientes es el de dilatar los vasos capilares de la piel, manteniendo la
presión sanguínea. Debido al calor, también aumenta la frecuencia cardiaca hasta
en tres veces, produciéndose un aumento de la irrigación sanguínea en la
superficie de la piel, obteniendo resultados bastante similares a los de una
rápida caminata.
Lo anterior permite disfrutar de varios beneficios, entre los
que encontramos una mejora de la circulación sanguínea, la eliminación de
toxinas por medio del sudor provocado por las altas temperaturas y el alivio de
ciertos dolores, sobretodo aquellos asociados a la artritis.
A pesar de todos los beneficios descritos, es necesario tener
en cuenta que no todas las personas resultan ser aptas para tomar un baño de
sauna. Éste es peligroso para aquellos que padecen de enfermedades
cardiovasculares, ya que debido a la sudoración la sangre se torna más espesa,
pudiendo generar un ataque cardíaco. Debido a lo anterior, los especialistas
recomiendan que las personas que sufren de hipertensión también sean precavidos
a la hora de decidir si ingresar o no a un sauna. Las mujeres embarazadas
también deben tomar precauciones, ya que algunos estudios indican que aquellas
mujeres que abusan del sauna durante la gestación, corren doble riesgo de tener
hijos con espina bífida producto del calentamiento excesivo del útero. Debido a
ese enorme riesgo los doctores no recomiendan su uso durante el embarazo,
restringiendo su uso también para aquellas que estén intentando ser madres, en
sesiones de un máximo de 15 minutos.