Un ventrílocuo es una persona que realiza un espectáculo
usando su capacidad de hablar sin mover en forma notoria los labios, haciendo
ver que es un muñeco el que habla. Se trata del arte de la ventriloquia que, en
términos generales, pretende hablar sin mover la boca ni los labios de modo que
la voz parezca proyectada desde otro lugar, como es el caso de los muñecos.
Antiguamente se pensaba que se trataba de una forma peculiar
de utilizar el estómago durante la respiración, por lo que desde allí se
entiende su nombre, de las palabras en latín “venter” y “loqui”, traducidas al
español como estómago y hablar, respectivamente. La realidad es más bien el buen
uso de una ilusión: el ventrílocuo habla sin mover los labios, y el muñeco juega
un importante rol distractor para que los espectadores no noten el pequeño pero
sutil movimiento en los labios del artista; el otro aspecto de la técnica
consiste en cambiar ciertas letras del abecedario por otras, dado que algunas
obligan el uso de los labios para pronunciarlas, por lo que se usan alternativas
que suenen parecido.
La presencia de ventrílocuos ha estado presente a lo largo de
toda la historia, incluso Isaías menciona su existencia en un texto bíblico. La
cultura egipcia y la hebrea también reconocen su presencia desde tiempos
remotos, mientras que los griegos, que también los conocían los asociaban a
actos demoníacos.
Uno de los primeros actos de ventriloquia que han sido
famosos fue el realizado por Louis Brabent para el rey Francisco I de Francia,
durante su reinado en el siglo XVI. Sin embargo, en otras culturas, como la Zulú
y la Maorí, así como en la griega, la ventriloquia era asociada a prácticas
religiosas de carácter oscuro. De este mismo modo, durante la Inquisición,
varios ventrílocuos alcanzaron la muerte en la hoguera al ser considerados como
actos de brujería.
Durante los últimos años, los afamados shows de Las Vegas han
permitido a los ventrílocuos ganar terreno en el negocio del espectáculo,
permitiéndoles ganar fama y premios en el mundo entero. Un ventrílocuo, llamado
Edgar Bergen, llegó incluso a ganar un Oscar en 1937.
Hoy en día los ventrílocuos realizan geniales espectáculos en
todo el mundo, ganando no sólo la propia fama, sino que llevando a sus muñecos a
ser reconocidos y afamados personajes.