Una sociedad anónima se puede definir como aquella sociedad
compuesta bajo una cierta denominación, y se encuentra conformada por aquellos
socios accionarios. La denominación de la sociedad anónima se forma de manera
libre, pero debe ser totalmente diferente a todas aquellas sociedades formadas
antes que ella; en forma consecutiva a su nombre, debe decir “sociedad anónima”,
o bien, contar con su forma abreviada, “S.A.”.
Las sociedades anónimas pertenecen a la clasificación de las
sociedades capitalistas, por lo que no sorprende que hoy en día se considere a
una sociedad anónima en forma sinónima a la de una empresa que ha sido
conformada, organizada y administrada a fin de realizar operaciones de la banca,
así como también del comercio y/o del ámbito industrial.
Para poder formar una sociedad anónima es necesario que se
cumpla con ciertos requisitos, entre los que encontramos la necesidad de contar
con un mínimo de dos socios, contando, cada uno de ellos, por lo menos con una
acción de la sociedad. Además, es requerida una determinada cantidad de dinero,
un determinado capital, el que debe estar íntegramente suscrito, que puede ser
de alrededor de 100.000 dólares (esto varía según la legislación de cada país).
De esta suma de dinero, es necesario que se exhiba en efectivo un mínimo
constituido por el veinte por ciento del valor de cada acción pagadera en
numerario, y que, además, el valor de cada una de las acciones que deban
pagarse, sea exhibido, en forma total o por partes. Esto como modo de ejemplo,
dado que las regulaciones cambian en el tiempo y de lugar en lugar, pero el
concepto sigue siendo el mismo.
Una sociedad anónima puede constituirse compareciendo ante un
notario público, o bien, por medio de una suscripción pública. De darse este
último caso, los socios fundadores de la sociedad deben redactar y depositar, en
el Registro Público de Comercio, un determinado programa en el que se describa
el proyecto por completo, cumpliendo con todos los requisitos anteriormente
mencionados.