El término “tormenta” según el diccionario de la Real
Academia Española se refiere a una violenta perturbación atmosférica, que se
presenta junto a fuertes vientos, lluvia, nieve o granizo, y actividad
eléctrica. Por ello al
acompañar sustantivo con el adjetivo “solar” se presta a varias interpretaciones
y se aplica en muchas más. Las dos que conozco, donde se aplican más, pues están
relacionadas son: “las erupciones solares” y “las tormentas geomagnéticas”.
Antes que nada diremos que la atmosférica solar o mejor dicho la corona solar
está llena de las perturbaciones pues en las capas interiores del sol la
reacciones nucleares generan grandes cantidades de energía que mantienen una
dinámica bastante compleja en el plasma que forma al “astro rey”.
De cuando en
cuando ocurren “eyecciones de masa coronal” o “erupciones solares” que se dan
cuando hay una explosión gigantesca en la fotosfera, de donde procede la luz y
la radiación que sale del sol. La mayor parte de esa radiación y materia que
sale durante una erupción solar vuelve a caer en el mismo sol pues los poderosos
campos electromagnéticos que se generan hacen que la materia forme una especie
de “arco” que es llamado “protuberancia”. Muchas veces la fuerza de la explosión
es tal que una gran parte de la radiación y la materia escapan hacia el resto
del sistema solar provocando una eyección de masa coronal.
Ahora bien, aunque
para una persona común en la práctica una erupción solar y una eyección de masa
coronal, estas dos formas de tormenta solar, sea prácticamente lo mismo, diré que durante una
erupción solar lo que
suele salir del sol es casi que exclusivamente “rayos X” y en una eyección solar
salen también partículas muy sobrecargadas de energía, principalmente electrones
y protones pero pueden salir núcleos de átomos de helio e hidrógeno e iones de
otros átomos más pesados aún como oxígeno, hierro o calcio que en conjunto
forman parte del “viento solar”.
Cuando la radiación y la materia impactan la
magnetosfera terrestre se produce una “tormenta geomagnética” que los estudiosos
dividen en tres etapas: la primera ocurre cuando la radiación electromagnética
llega a la magnetosfera, unos ocho minutos después de ocurrida la erupción
solar, en este instante la magnetosfera funciona como un escudo y entonces la
mayor parte del planeta está a salvo pero no ocurre lo mismo con lo que esté en
las afueras como los satélites, naves espaciales y los astronautas que las
tripulan; la segunda etapa es cuando llega la radiación formada por las
partículas más ligeras como protones, electrones y átomos ionizados ligeros, es
más peligrosa y puede dañar todas las comunicaciones del planeta; por último
llega la radiación más pesada compuesta principalmente por iones pesados que
potencialmente pueden dañar la salud de las personas y animales, esta última
radiación esta formada por la mayor parte de la masa que escapa durante la
erupción solar y tarda entre ocho y diez horas en llegar.
A mediados del siglo XIX se documentó una tormenta geomagnética que evitó que los telégrafos de todo
el mundo funcionaran por 9 días. Es la peor de las que se tienen noticias pero
hay que decirlo con claridad: las erupciones solares y las eyecciones de masa
coronal no son cosa rara, son frecuentes, por lo menos en el lapso de vida de
una estrella, lo que suele ser raro es que impacten a la Tierra de manera
directa, es decir que la eyección de masa tenga una ruta por la que la Tierra
tenga que pasar. La cuestión no es si algún día vamos a experimentar una
tormenta solar. La cuestión es el cuándo, el qué tan dañina puede ser y si
estamos preparados para ello. Tal vez con un poco de tiempo la ciencia nos de
respuestas a lo primero pero en cuanto a estar preparados sabemos bien que no es
así.