Un planeta por definición es un cuerpo celeste que tiene una
órbita alrededor de una estrella o lo que queda de una estrella cuya gravedad le
permite tener forma esférica y el haber limpiado los alrededores de su órbita de
cualquier residuo de la nube planetaria que le dio origen. Esta definición se
debe a que las definiciones originales eran ambiguas o que pretendían que
ciertos cuerpos celestes fueran considerados planetas sin serlo. Aún con todo
tenemos ciertos casos como el de Plutón y Céres que son considerados “planetas
enanos” pues no cumplen con algunas de esas características sobre todo en cuanto
al tamaño.
Los planetas extrasolares o exoplanetas son aquellos que cumplen esta
definición sin pertenecer a nuestro sistema solar, es decir pertenecen a otro
sistema solar y su estrella central no es el Sol. Para los astrónomos y en
general para toda la comunidad científica la existencia de planetas extrasolares
es algo que se daba por sentado pero que no se había demostrado sino hasta hace
relativamente hace poco tiempo. En esto el rigor científico es primordial y
debía demostrarse de alguna manera la existencia de tales cuerpos celestes.
El
problema está en que la luminosidad de una estrella siempre opacaría la luz
reflejada por un planeta entonces una observación directa sería algo difícil de
hacer. Para ponerlo claro si se toma una fotografía del sistema solar desde una
distancia como la que hay más allá de la órbita de Plutón o Neptuno veríamos que
la Tierra o el mismo Júpiter se verían apenas como puntos luminosos muy pequeños
en comparación con el Sol, cuya luz se asemejaría mucho a la de una bombilla
incandescente de unos 100 W de potencia a unos cuatro o cinco metros del suelo a
cielo abierto durante la noche y la luminosidad de los planetas se compararía a
la de las estrellas que quedarían atrás del bombillo. Al principio la única
forma que saber si una estrella tenía algún planeta en órbita a su alrededor era
verificando si “pivotaba”.
Veamos un ejemplo práctico: para el lanzamiento del
martillo, si un atleta balancea el “martillo” vemos como al girar el cuerpo del
atleta no es el centro del movimiento sino que el centro del movimiento circular
queda entre su cuerpo y la bola del “martillo”, eso es hacer un pivote. Un
efecto parecido producen los planetas sobre las estrellas alrededor de las que
tienen sus órbitas. El problema es que planetas como la Tierra producen un
pivote muy pequeño y no se puede apreciar pero planetas del tamaño de Júpiter o
similares si producen uno que se pueda detectar. Tengo datos del descubrimiento
de los primeros exoplanetas o planetas extrasolares: dos en 1992 alrededor de un “púlsar” en la
constelación de Virgo y otro 1995 alrededor de una estrella en la constelación
de Pegaso. Son muchos los descubiertos hasta ahora pero hasta hace poco solo era
posible observarlos por medio del método del pivote.
Hace relativamente poco
unos científicos propusieron usar un método basado en los eclipses. Cuando un
planeta pasa frente a una estrella la luminosidad de ésta disminuye un poco,
esto fue observado realmente en el siglo XVII cuando se observó que Mercurio
pasaba frente al Sol y poco después se observó a Venus hacerlo. Pero aún en
estos casos la luminosidad del Sol es tan grande que se tiene que recurrir a
algún truco para hacer la observación. En la actualidad una sonda espacial se
mantiene “observando” una región muy grande del espacio que podemos ver, su
finalidad es determinar el más mínimo cambio en la luminosidad de las estrellas
observadas. Cuando encuentra esta variación le envía una señal a varios
observatorios que enfocan sus telescopios en esa estrella. De esta manera se han
encontrado varios planetas del tamaño de la Tierra y muchos más comparados con
Júpiter, fuera de nuestro sistema solar, por lo tanto calificando como planetas
extrasolares.