John Locke fue un pensador inglés que nació el 29 de agosto
de 1632 y murió el 28 de octubre de 1704. Es considerado el padre del
liberalismo, el que influenció las constituciones de Gran Bretaña, Estados
Unidos y gran parte del resto del mundo por medio del legado que dejó en los
ilustrados franceses como Voltaire y Montesquieu.
Locke era hijo de un jurista y formaba parte de una familia
arraigada en los principios puritanos. Fue enviado a estudiar a la Westminster
School en Londres, y cuando completó sus estudios se incorporó a la Christ
Church de la Universidad de Oxford. Allí se doctoró en 1658.
Era un hombre multifacético. Si bien su especialidad era la
Medicina, también incursionó en áreas como la teología, economía, diplomacia,
docencia y filosofía. Esta última disciplina sacó su nombre a la luz gracias a
sus planteamientos que sirvieron de base del pensamiento político liberal.
Durante el absolutismo monárquico inglés de Carlos II y
Jacobo II, Locke ejerció como secretario del conde de Shaftesbury, líder del
partido Whig. Él era opositor al régimen político imperante y fue una de las
fuentes de inspiración para el desarrollo del pensamiento liberal de Locke. Su
defensa al poder del parlamento le costó ser perseguido por la corona y obligado
a refugiarse en Holanda, de donde regresó en 1688 luego de la Revolución
inglesa.
Su pensamiento fue un motor esencial de influencia para las
élites protestantes inglesas que gobernaron luego de la revolución. Sus
planteamientos políticos determinaron de tal manera la constitución del Reino
Unido que su sello se encuentra presente hasta la actualidad. A pesar de
postular la tolerancia religiosa como un principio fundamental del
parlamentarismo, se mostró contrario al ateísmo y el catolicismo. Esto exacerbó
los conflictos internos entre las islas británicas.
Su principal obra, ‘Dos ensayos del gobierno civil’,
consideraba que el individuo, intrínsecamente, posee ciertos derechos y que el
deber del Estado es protegerlos. Esos derechos son la vida, la libertad y la
propiedad. Así fue como sentó las bases del constitucionalismo liberal. Al igual
que Hobbes o Rousseau, Locke fue un pensador contractualista. Consideraba que el
Estado era un producto nacido del contrato social realizado por cada uno de los
individuos en relación a los otros y cuyo resultado era revocable y conducía a
un gobierno limitado. En este sentido, era contrario al postulado que establece
el origen divino del poder, como era en muchas de las monarquías absolutas.
Así, la autoridad de los Estados era resultado de un acuerdo
hecho por los propios contratantes, por lo cual, ellos podrían modificar el
poder legislativo (elecciones periódicas) o derrocar a quien realizara un
ejercicio tiránico del poder. Esto último sirvió de inspiración para las
revoluciones de Estados Unidos y, luego, de Francia.
Los planteamientos de Locke, junto con los de otros
pensadores políticos, devinieron en lo que hoy conocemos como la democracia. Sus
ideas respecto de la revocabilidad del poder por parte de los ciudadanos, la
división de los poderes y el concepto intrínseco de soberanía popular han dado
sustento al régimen político más penetrante en la actualidad, especialmente en
la cultura occidental.